En muchas ocasiones, hay estudiantes escogen la carrera de magisterio porque creen que es lo más fácil y lo que menos trabajo les va a costar.
En el tiempo que están en la universidad y sentados en una silla escuchando al profesor, son felices. “Este grado es súper sencillo”, “no tienes que estudiar casi para aprobar” piensan algunos. Pero el problema real viene cuando tienen que realizar las prácticas. Es ahí cuándo reconocen que ser maestro no era lo que ellos esperaban.
Está claro que tenían otras expectativas. Quizás pensaban que estar en un aula y enseñar iba a ser pan comido. Que todo iba a ser un caminito de rosas con sus puentes, sus vacaciones y su sueldo fijo todos los meses. Obviamente, la realidad no es esa. Y cuando la descubren se llenan de desmotivación, desilusión y amargura.
Por eso, siempre recomiendo pensar y reflexionar. Además, invito a todos los estudiantes de magisterio que se hagan esta pregunta: “¿de verdad deseo ser maestro?”.
En la reflexión os voy a mencionar cinco cosas imprescindibles que cualquier alumno de magisterio debería saber antes de ser maestro. ¡Allá vamos! 🙂
Sin vocación, queridos amigos, no vamos a ningún sitio
Tengo la sensación de que a veces olvidamos que la enseñanza es una profesión increíblemente humana. Se trabaja con niños, adolescentes, jóvenes y padres. Por lo tanto es imprescindible sentir una gran pasión por ello.
Desgraciadamente, durante mi vida de estudiante he tenido bastantes docentes sin vocación. Se notaba a “cientos de kilómetros” que no se emocionaban con lo que hacían. ¿Y sabéis qué transmitían? Una actitud muy negativa a los alumnos. Y eso es algo que no debería darse en un aula.
La teoría es una cosa y la práctica otra muy diferente
Hay estudiantes de magisterio que son brillantes en la universidad. Obtienen unas notas impresionantes y conocen la teoría a la perfección. Pero cuándo están realizando las prácticas se sienten perdidos y no saben por dónde empezar.
Se dan cuenta que ser maestro no es lo suyo a pesar de que se sepa de pe a pa todas las materias del grado. Sin embargo, también hay estudiantes que han ido aprobando con cincos las asignaturas (e incluso suspendido algunas) y en un aula son increíblemente activos y geniales.
A pesar de lo que digan… ser maestro no es sencillo
Cómo decía antes, hay muchos estudiantes que están estudiando magisterio porque creían que era lo más sencillo. Pero ser maestro no es fácil y más en un país como España. Los docentes se encuentran con muchas acusaciones, ofensas y críticas de la sociedad. Además, es sabido por todos que al gobierno le da exactamente igual el sistema educativo que tengamos y las condiciones de algunos centros educativos.
A parte de eso, ser maestro es genial, apasionante y emocionante si se vive con vocación pero también es agotador, complicado y poco reconocido.
No todos los estudiantes aprenden de la misma forma y al mismo ritmo
“¡Pero es que yo creía que todos los alumnos iban a aprender igual” dicen algunos estudiantes de magisterio cuando su profesor de universidad les afirma lo contrario. Y cuando hacen las prácticas lo ven de forma más clara: en un aula hay muchísima diversidad.
Aunque es muy complicado respetar el ritmo de aprendizaje de los estudiantes (por programas y objetivos) hay que intentarlo y adaptar lo que haga falta. Y es ahí cuando viene el problema: más trabajo y esfuerzo extra. Y eso no le gusta a cualquiera.
Ser maestro también significa implicación, comprensión y sensibilidad
“Si soy maestro de matemáticas… lo único que tengo que saber es cómo enseñar la asignatura a los niños para que aprueben”. Ese comentario lo he escuchado mucho con diferentes materias. Hay maestros que creen que lo único que hace falta para enseñar es ser un experto en una materia.
Y para mí, eso no es verdad. Tampoco considero que el máximo objetivo de los maestro sea conseguir que los alumnos aprueben. Creo que antes de aprobar es más importante que aprendan y que asimilen. Pero no todos los docentes lo ven así.
Desgraciadamente, también hay muchos maestros que creen que la sensibilidad, los valores, la empatía y la buena comunicación con los estudiantes no sirve de nada. Menos mal que cada vez hay profesionales de la educación que afirman lo contrario y lo están demostrando cada día.
Un buen maestro no es aquel que ha obtenido geniales notas en la universidad sino quién se implica con los estudiantes, familias y lucha por una educación de calidad.