Sí, ser mal profesor sí que tiene consecuencias para los estudiantes

Anoche, leyendo foros educativos por internet acabé en un hilo de conversación sobre la actitud docente. Un comentario de un “Anónimo” me llamó la atención por encima del resto: “ser mal profesor no tiene consecuencia para los chavales”.

La persona seguía hablando sobre que los profesionales de la educación habían perdido autoridad y debían ser más duros. ¡Lo que me faltaba por leer! Desgraciadamente, hubo más gente que estuvo de acuerdo con el comentario.

¿Por qué hay personas que estudian magisterio si no les apasiona la enseñanza?

Eso me gustaría saber a mí. Y en este apartado también entran los que terminan la carrera y estudian un máster de formación del profesado y no tienen ninguna intención de ser un docente de corazón.

“Es que mi grado no tiene muchas salidas profesionales y tengo que hacer algo”. Ya bueno, yo lo entiendo. Pero si ese algo va a ser trabajar en un centro educativo con estudiantes, al menos, se debería tener una actitud positiva.

Corregidme si me equivoco, pero, creo que magisterio no debería ser ninguna segunda opción para nadie. Sé de muchos casos de chicos y chicas que han terminado la selectividad y dicen “pues voy a estudiar magisterio porque es lo más fácil que hay” o “voy a estudiar magisterio porque no me ha dado la nota”.

De esta forma, los estudiantes entran al grado sin ninguna vocación auténtica. Cuando empiezan quizás no sepan que ser un mal un profesor afectará a los estudiantes. Pero claro, sigue siendo lo más fácil. 

Tener en clase un maestro de corazón no debería ser cosa de suerte

Ha habido muchas veces que padres y madres me han dicho: “mi hijo este año no ha tenido suerte. Su profesor no es nada comprensivo ni comunicativo. Creo que lo ha pasado muy mal con él”.

Ese comentario no debería existir cuando hablamos de educación (bueno, en realidad en ninguna profesión). Todos los educadores, maestros y profesores tendrían que estar ilusionados con su trabajo. Ellos son una de las claves para el cambio del sistema educativo. 

Pero, lamentablemente, eso no es así. Hay docentes que están amargados (y de verdad, perdonadme la palabra). Docentes que no quieren estar en clase, que no quieren trabajar en centros educativos pero es lo que único que tienen.

Profesores que no se emocionan y no están motivados (mucho menos están preparados para motivar a los alumnos). Docentes que están deseando que acabe la jornada para ir a casa todos y cada uno de los días. ¿Qué creéis que transmiten este tipo de profesores? 

Cuando ser un mal profesor no tiene consecuencias

Yo me muevo por muchos grupos educativos en redes sociales. Y cada día, leo publicaciones de padres y madres hablando de actitud negativa de algún profesor de su hijo. Pero es que la cosa no se queda “solo” en una actitud negativa sino que llega a humillaciones, acusaciones, ofensas y burlas.

Lo peor de todo es que las familias que escriben estos comentarios dicen que han hablado con el director y jefe de estudios y que el profesor sigue dando clase “tan ricamente”. 

¿Cómo puede ocurrir eso? Parece ser que educadores, maestros y profesores que traten mal a los estudiantes no sufren ninguna consecuencia. Ser un mal profesor no activa ningún signo de alerta en el centro educativo.

Si hablamos de evaluación docente, los profesores se llevan las manos a la cabeza y gritan: “¡eh, que nosotros ya hemos hecho unas oposiciones!” ¡Cómo si eso fuese suficiente! Pero oye, a los estudiantes no les pueden faltar sus exámenes cada trimestres para etiquetar y calificar sus conocimientos.

Queridos profes: no os olvidéis que estáis trabajando con personas

Hay profesores que creen que lo único que hace falta para dedicarse a la docencia es ser un erudito en la materia que vayas a impartir. Ser un verdadero as en la transmisión de conocimientos.

Pero yo creo que eso no es todo. Hay docentes que se les olvida que están trabajando con estudiantes y sus familias. Y no hacen práctica de la empatía, del positivismo, de la inteligencia emocional ni de la comprensión. No, ser un experto en matemáticas, lengua o inglés no lo es todo. Para ser profesor hace falta mucho más. O debería.

Así que: queridos profes, no os olvidéis que estáis formando a personas. Personas independientes, con capacidad de debate, de decisión y de análisis. Futuros adultos sensibles, emocionalmente inteligentes, cooperativos y comprometidos.

Ser un mal profesor provocaría consecuencias bastante graves y negativas a los estudiantes. Por lo tanto, si habéis elegido estar en un aula (porque lo habéis elegido por voluntad propia) implicaros lo máximo posible y enseñar con y desde el corazón. Vuestros alumnos lo agradecerán.

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