Educación emocional: una de las claves para formar estudiantes de éxito

Hoy por hoy en torno a la educación, hay un debate la mar de interesante: ¿deberían los maestros y profesores fomentar la educación emocional en el aula o deberían por el contrario centrarse únicamente en los aspectos académicos? El mismo personal decente tiene opiniones diferentes: algunos de ellos piensan que sí, que las emociones es una fuente vital para un mejor aprendizaje en las aulas y que se tendría que dar más importancia.

Otros sin embargo, defienden que no, que ellos están en los centros para impartir las asignaturas y temarios. Que el tema de las emociones y la educación en valores, sería cosa de las familias. ¿Qué es lo que pienso yo al respecto?

Sin duda alguna, creo que favorecer la educación emocional es tarea de las familias y también de los centros educativos. Creo que el tema se debería trabajar en conjunto y proponiendo objetivos y proyectos tanto padres y profesionales de la educación. Hay que tener en cuenta que los estudiantes pasan gran parte de su tiempo en las aulas y que tratan con compañeros y profesores la mayor parte de su tiempo. Que están dentro de una clase donde debería ser importante el respeto, la tolerancia, la no discriminación y la solidaridad.

Estoy de acuerdo que esos valores tienen que ser enseñados en un principio por las familias, pero los maestros y profesores tienen que reforzar esos valores aprendidos y ofrecer tiempo en clase para que los alumnos expresen sus emociones. Posiblemente, éstos últimos sean las segundas personas que más ven los alumnos a lo largo del día. Por eso, es fundamental que el docente se forme en educación emocional (leyendo artículos, libros, matriculándose en algún curso…) ya que para algunos estudiantes son su modelo a seguir.

Por otra parte, creo que el rol docente de ser únicamente el transmisor del conocimiento de las asignaturas y del temario está claramente obsoleto. Aquel docente al que se le temía, que era poco flexible, autoritario y que no le importaba nada más allá que dar la lección, ya no encaja en la sociedad ni en el alumnado que hay actualmente. La educación ha avanzado, y como tal, los maestros tienen que avanzar con ella. 

Desgraciadamente, todavía existen algunos maestros y profesores que tienen la mentalidad atrasada y que se niegan (no es que no puedan, es  que no quieren) a cambiar y a ampliar los horizonte. Pero soy de las que piensan que cada vez hay menos y que no dentro de mucho (espero), no habrá ninguno. Ser profesor y maestro es una profesión de vocación. Si alguien piensa que todo el mundo puede llegar a desempeñar ese trabajo, está increíblemente equivocado. No todo el mundo está preparado para ser educador. Ni mucho menos.

Para mí, la enseñanza y estar dentro de un aula, va mucho más allá del ámbito académico. Hay que tener en cuenta que se está trabajando con niños y adolescentes. Habrá alumnos que tendrán problemas, habrá estudiantes que no los tengan, habrá niños que requieran de más atención, de más ayuda, pero lo que sí es cierto es (o al menos es mi opinión) que el docente que crea que sólo está en el aula para dar una lección de Lengua o Matemáticas, está cometiendo un error.

Los maestros y profesores sí tendrían que fomentar la educación emocional, sí que deberían hablar de valores importantes para el día a día de sus alumnos. Deberían proponer actividades para aplicar este tipo de conceptos. Deberían implicarse con sus alumnos. Y puedo estar tranquila de saber que muchos sí que lo hacen. Obviamente, tampoco hay que dejarle toda la responsabilidad de esto a los profesores ni maestros, ni mucho menos.

Como es más que evidente, las familias también deben desarrollar la educación emocional y los valores en casa. Padres y centros educativos tienen que trabajar unidos y en equipo en las tareas más importantes que puede haber en este momento: la educación de los niños y jóvenes y formarles como personas solidarias, responsables, tolerantes, con empatía y comprometidas. Creo que familia y personal educativo son las llaves para que en un futuro los que hoy son niños o adolescentes, sean personas de éxito tanto profesional, emocional y personalmente.

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