Hace unos días, una conocida me planteó una pregunta que yo me había planteado muchas veces. “Mel, tú escribes mucho sobre educación en el blog, pero, ¿cómo sería para ti el sistema educativo ideal?”. Mi sistema educativo idea. Já. Habría tantas cosa que cambiaría de la educación actual que no sabría por dónde empezar. ¡Creo que no daría a basto!
Mi educación… ¿ideal?
Para empezar, creo que la educación tendría que emocionar tanto a los alumnos como a los docentes. Éstos últimos, solo son considerados como transmisores de conocimiento. Y para mí no debería ser así. Los docentes pueden aportar muchísimo más a la educación. Pueden llegar a ser agentes del cambio si les dejan. Desgraciadamente, veo muchos maestros y profesores que no están emocionados y que la desmotivación puede en algunos casos con ellos.
Hay docentes que tienen que aguantar decisiones y programas aunque no estén de acuerdo.Un programa que les imposibilita crear, innovar y aplicar metodologías nuevas. No lo están, porque tienen la sensación de que sólo sirven para corregir exámenes, impartir el temario y seguir los libros de texto. Cuando los docentes deberían ser mucho más. Claro que no están emocionados ni ilusionados.
Una educación más flexible y abierta
Su trabajo no es reconocido como tendría que serlo y en muchas ocasiones sufren acusaciones y humillaciones injustificadas. ¿Cómo va a emocionar un trabajo si no te dejan realizarlo de la mejor manera que sabes? Y aún así, siguen ahí, esforzándose cada día más para que se de el cambio que todos estamos esperando. Si hablamos de los alumnos, muchos de ellos no tienen la motivación necesaria para que se de el proceso de aprendizaje.
Pero claro, si ven a docentes que no disfrutan y que no se divierten enseñando, es muy difícil que los estudiantes se ilusionen. Tenemos que partir de que si no hay ningún tipo de emoción positiva en las aulas, los docentes no van a sentirse cómodos.
¿Por qué no cambiar eso?
La educación tiene que evolucionar y cambiar
Hay que darse cuenta que los estudiantes son distintos a los de hace años, que su manera de adquirir conocimientos ha cambiado. Por lo tanto, el sistema educativo debería adaptarse a ellos y no al revés. Mucha gente se pregunta: “¿pero qué más quieren los profesores? Si viven como dioses”. Que yo sepa, ningún maestro es un dios y ni mucho menos, viven como ellos. Lo único que quieren los docentes es que se les tenga en cuenta. Que cuenten con ellos.
Muchos alumnos, se aburren en clase y bastantes expertos afirman que el sistema educativo elimina la creatividad e imaginación de los estudiantes. Tienen razón.
¿Cómo no va a pasar eso si en muchos centros educativos se sigue la línea tradicionalista de dar el temario, hacer los deberes y estudiar para los exámenes?
Una educación que emocione a docentes y estudiantes
Yo también me aburriría si tuviera que ir de nuevo al instituto. Ir a clase para los alumnos debería significar inspiración. Deberían ir al centro educativo para expresar sus opiniones, para reflexionar, para criticar noticias de actualidad, para jugar, para favorecer al máximo su creatividad y talento, para realizar actividades a través del aprendizaje cooperativo
Y sin embargo, nos encontramos con la cruda realidad: estudiantes sentados en las sillas, copiando apuntes, tristes y acostándose a medianoche para acabar los deberes.
Nos encontramos con que tenemos el mismo sistema de evaluación desde hace años: los exámenes. Exámenes para evaluar a un estudiante que quizás haya estado malo por la noche y haya ido a clase para que no se le suspenda. Un estudiante que se haya pasado una semana entera estudiando para la prueba y que se ponga tan nervioso que se quede en blanco y no sepa que escribir.
Exámenes para todo.
Los exámenes: “los reyes de la fiesta”
Así, sin pensarlo mucho se me ocurren mil formas de evaluar los conocimientos de los alumnos sin someterles a esas “etiquetas”. Por ejemplo, un debate entre todos los compañeros sobre los temas que se han enseñado en clase. Un debate en los que todos participen y expliquen todo lo que han aprendido, sus dudas, lo que no les ha quedado claro. Las preguntas que se vayan a plantear en una prueba, se pueden aplicar también en una mesa redonda.
Se debería escuchar a los alumnos y docentes. Los programas educativos, en la mayoría de los casos son diseñados por personas que no han pisado en su vida un aula. Que no han estado frente a frente con un alumno. Que no saben qué es lo que esperan ellos de verdad. No saben cómo se podrían hacer las cosas para que se diera un auténtico proceso de enseñanza y aprendizaje.
Presión desde educación infantil hasta….
Y es ahí, donde se produce el problema. Los maestros y profesores cuando leen la documentación saben perfectamente que no va a funcionar. Por ejemplo: un docente de infantil está releyendo el programa en el que pone que uno de los objetivos más importantes es que los niños aprendan las nociones básicas de la suma.
Y se plantea lo siguiente: “vale, puede que algunos niños estén preparados para aprender a sumar, pero muchos no lo están y es normal. Muchos se van a perder, y no lo van a comprender, y se van a sentir mal porque otros sí que lo van a entender.” Y nos damos cuenta, otra vez, que no son objetivos ni contenidos adaptados a la edad.
Pero, como es evidente, los maestros no pueden opinar. No pueden explicar que quizás no sea necesario que niños de cuatro años sepan hacer sumas sencillas. Por la sencilla razón de que no son escuchados. Y si alguno lo dice puede que sea despedido. Así que no les queda otra (a pesar de que no estar de acuerdo), que hacer lo que en los ridículos programas se escribe. Lo mismo pasa con los alumnos.
¿Se desarrolla el pensamiento crítico en los centros?
En bastantes centros no dan la oportunidad de que los estudiantes puedan expresarse o debatir. Lo único que están haciendo es formarles en la sumisión y tradición para que no se salgan de lo impuesto. Hay alumnos que han protestado y han sido expulsados. No sé a vosotros pero a mí me pone de mal humor que los colegios no fomentan la comunicación, las ideas y los pensamientos.
Un sistema que de la oportunidad a los estudiantes de reflexionar, que fomente su pensamiento crítico, que proporcione las herramientas y los medios para que los alumnos consigan sus objetivos, para que sean partícipes de su propio aprendizaje. Una educación que diera libertad a los centros para educar de la forma más adecuada. Una educación que hiciera libre a los alumnos, que les incite a tomar decisiones, a investigar y a experimentar.
¿Lo conseguiremos algún día?