Hace tiempo escribí un post sobre el miedo que me suponía que los centros integraran la educación emocional de mala manera y como una asignatura más.
Pues bien, el otro día una amiga me comentaba que en el colegio de su hijo que acude a segundo de primaria ya la habían implementado: una vez a la semana, los niños tienen una hora en la que se tratan los conflictos de la clase y los niños pueden expresar sus emociones. Eso sí, lo están trabajando como una materia más.
Es decir, evaluable y calificable.
Educación emocional sí, pero…
Resulta que el centro educativo había reunido a todos los padres para explicables de qué manera se iba a incorporar la educación emocional en las aulas a partir de primero de primaria. Mi amiga me explicó que como principales objetivos los niños tenían que aprender a identificar sus propias emociones y reconocer las de los demás.
Y que si conseguían eso, aprobarían la asignatura. No dudo que la intención del colegio en concreto no sea buena, pero desde mi punto de vista se están equivocando en la forma de integrar la educación emocional.
La educación emocional no debería tener nota. Y tampoco debería presionar a los niños para que aprendan lo más rápido posible a gestionar sus emociones y a reconocer los de los demás compañeros. Todo eso requiere de tiempo. Meterles prisa no serviría de nada más que para crear ansiedad, agobios, estrés y malestar. Y la educación emocional precisamente se tendría que alejar de todo eso.
“No estamos en la hora de educación emocional”
Otra de las cosas que más me preocupan es que cuando aparece un conflicto en las clases no se debería aplazar. Y digo esto porque días después mi amiga me contó que tenía la sensación de que estaban reglando excesivamente la nueva asignatura y que la maestra de su hijo ya había dicho en un par de ocasiones que los problemas que surgieran en la mañana se hablarían en la hora de educación emocional. En la hora de educación emocional que puede ser cualquier día de la semana.
También se puede dar la misma situación con las emociones y sentimientos de un niño. Imaginaros que un estudiante se encuentre triste o enfadado por el motivo que sea e imaginaros también que un alumno haya hecho sentir mal a otro.
¿Estás situaciones también tendrán que esperar a la hora de educación emocional para resolverse y hablar de ellas? Personalmente, creo que no. Estas escenas deberían tratarse en el momento en el que suceden y en cualquier materia. Quizás un niño esté triste en lengua y otro en inglés.
¿Todos los docentes tienen la formación adecuada?
Esa última frase me lleva hasta la siguiente pregunta: ¿están los docentes preparados para formar en educación emocional? Tengo la sensación (ojo, puedo equivocarme) que muchos de ellos piensan que es algo sencillo y que no tiene demasiada importancia.
Pero todos los colegios que quieran incorporar la educación emocional en las aulas deberían asegurarse de que el profesorado esté listo para hacerlo. Y si no es así tendrían que ofrecerles una formación y orientación adecuada para poder llevarlo a cabo.
No se trata de contratar a un experto para una hora de la semana. Se trata de que los maestros estén formados en el área para que apoyen y ayuden a los niños a comprender las situaciones emocionales del día a día. Soy cien por cien defensora de la educación emocional.
Pienso que hay que darla más importancia en las aulas y en los centros educativos. Pero como ya dije en su momento: no como una asignatura calificable más en la que los niños se sientan presionados a aprender cosas que requieren un tiempo amplio de asimilación.
Educación emocional durante todas las horas
Para mí, la educación emocional debería ser algo transversal y que se tratara durante toda la jornada escolar. No hay que esperar días para resolver un conflicto.
Se soluciona cuando sucede y se intenta enseñar algo con ello. Creo que no se trata de hacer las cosas a lo loco y pensando que es una moda y que la educación emocional puede servir para dar más prestigio a los colegios.
La educación emocional es mucho más importante que eso. Y si realmente se integra bien en los centros educativos puede llegar a ser muy beneficiosa para maestros, estudiantes y para mejorar el día a día de ambos.
Pero para eso, como ya he dicho, hace falta que los maestros adquieran una formación adecuada para poner en práctica en las clases con los alumnos.